Shwedagon Pagoda en Yangon

Hace unos días regresé de un viaje muy, muy especial: la principal razón por la que el blog ha estado sin actualizar durante una temporadita. Llevaba años queriendo conocer Birmania, ese país del Sudeste Asiático que tantos años ha sufrido una represión por parte de su Gobierno que difícilmente puede explicarse con palabras.

Hablar de Birmania da para mucho. Hay tantos detalles, historias, rincones, personas y lugares que conocer, que me va a suponer un buen tiempo escribiendo sobre este destino. Pero no me preocupa. El país me ha dado tanto en este viaje, que necesito devolvérselo de alguna manera.

A la vuelta de mis días en Birmania me puse, como suelo hacer siempre que regreso de algún destino, a mirar las fotografías que había tomado durante esos 24 días. Y tras repasarlas todas, de la primera a la última, decidí que iba a presentaros este país a través de sus colores.

Algunos monjes se asoman a nuestro paso. Trekking de Kalaw a Lago Inle

Porque aunque Birmania es un país bastante colorido, hay algunos de esos tonos que se repiten de manera constante. Tan constante que nos permite, a través de ellos, acercarnos y conocer un poco más de este país tan especial. A su gente. A su cultura. A su tradición.

Tan sólo es un primer acercamiento. Pero, a mi parecer, cuatro son los colores que definen, claramente, este país. Aquí os presento Birmania. A través de sus colores.


EL AMARILLO O DORADO.

Si algo abunda en Birmania son las pagodas. De todos los tamaños, colores e incluso formas (sin dejar jamás de tener esa figura acampanada que caracteriza a estos edificios). Sin embargo, hay algo que está por encima de esto. Y es el oro. Ya sea oro macizo o pan de oro, es igual. Pero su fidelidad y su pasión por Buda queda reflejada en la medida de lo posible a través de este metal precioso.

No importa en qué punto recóndito del país estés. Si oteas el horizonte siempre encontrarás una pequeña cúpula dorada perteneciente a algún templo. Hasta en la aldea más remota posible. Ya sea en la ciudad o en el campo. El dorado, y por ende, el amarillo, es un color que se repite de manera continua. Aquí la prueba 🙂

 

Templo en Bagan

Sule Paya, en Yangon

Una mujer hace una ofrenda en un templo de Bagan

EL ROJO.

O el granate, según se mire. El color por excelencia que define a los monjes birmanos. En Myanmar, al contrario de en Tailandia donde suelen vestir de color naranja, los monjes usan estas túnicas. Y monjes, al igual que templos, hay en cada rincón.

El Budismo es la religión más extendida en el país. Un 89% de la población es budista. Además, el país cuenta con numerosos monasterios, muchos de ellos de una belleza increíble.

Monjes haciendo cola para el almuerzo

Todos los hombres birmanos budistas deben ser, al menos una vez en su vida, monje. No importa por el periodo que sea, pero deben pasar por esta experiencia. En los monasterios conviven monjes de todas las edades. Agradables, simpáticos, y siempre dispuestos a intercambiar algunas palabras con los viajeros.

 

Monjes bebiendo. Monasterio de Mahagandayon.

Pequeño monje en Sagaing

EL AZUL.

Un lugar mágico, que hay que visitar si se viaja hasta Birmania de manera obligada, es el puente de teca más largo del mundo: el U Bein. Mide 1.200 metros de largo y pasear por él o, simplemente pararse a admirar el tráfico de personas que por él caminan al atardecer, es todo un espectáculo.

Durante mi estancia en Mandalay aproveché dos días para desplazarme al atardecer hasta Amarapura, el lugar donde se encuentra este puente. Esperaba encontrar ese cielo anaranjado que había visto en tantas y tantas fotografías de conocidos y amigos que ya habían visitado el país. El primer día tuvimos mala suerte: estaba nublado y el naranja decidió no dejarse ver. Decidimos intentarlo una vez más al día siguiente pero nos volvió a ocurrir lo mismo. Sin embargo, el puente U Bein nos regaló otra gama de colores que no esperábamos: los azules.

Templo de U Bein, en Amarapura, al caer la noche

El cielo y el río, ya anocheciendo, tomaron estos tonos prestados y nos dejaron con la boca abierta. Algún día volveré en busca del naranja, pero el azul me enamoró igualmente.

 

Dos monjes pasean al anochecer por el puente de U Bein

EL VERDE.

Una de las actividades que quisimos hacer durante nuestro viaje fue trekking. Para ello nos desplazamos desde Mandalay hasta Kalaw, uno de los lugares del país desde donde se pueden comenzar rutas bastante interesantes. Escogimos caminar durante dos días entre montañas y campos de arroz hasta otro de los tesoros más preciados de este país: el Lago Inle.

Agricultora en el campo en el trekking al Lago Inle

Aunque nos encontramos en la temporada de monzón, nos comentaron que las lluvias habían llegado algo flojas este año. En teoría el paisaje no era tan frondoso como suele estarlo a estas alturas del año. Aún así, como podéis ver, el verde lo inundaba todo.

Escenas durante el trekking desde Kalaw

Labores del campo. En algún lugar remoto entre Kalaw y el Lago Inle

Espero que este primer acercamiento os haya gustado. Muy pronto tendréis más información acerca de este maravilloso país en el blog. ¡No lo dudéis!