Varsovia, con casi 2 millones de habitantes, es la capital de Polonia. Arrasada hasta el límite durante la II Guerra Mundial, hoy día es una ciudad que ha logrado renacer de sus cenizas.

Y es que hablo de cenizas de verdad. Son muchos los puntos de la capital donde las fotografías y murales muestran la desgracia tan enorme que asoló un país entero. Bombas e incendios que destrozaron, ya no sólo calles y edificios, sino también miles de vidas y sueños.

Conocer Varsovia tal y como está hoy día es un auténtico lujo, pero hay un itinerario que os propongo que os llevará a mucho más que eso. Los judíos han sido protagonistas de una gran parte de la historia polaca. Fue en Varsovia donde, durante la II Guerra Mundial, se estableció el asentamiento judío más grande del mundo. Lo que fue conocido internacionalmente como el Gueto de Varsovia.

En este post os propongo un paseo por el interior de este gueto. Un intento de conocer la Varsovia judía. La verdadera Varsovia.



Antes del holocausto, 3 millones y medio de judíos vivían en Varsovia. Aproximadamente el mismo número fue exterminado a manos de los nazis en todo el país. La historia de los judíos polacos de Varsovia se lee hoy día en cada esquina de la ciudad, como por ejemplo en la sinagoga Nozyk.

Increíblemente, se trató de la única sinagoga que sobrevivió a las bombas durante la guerra (los nazis la utilizaron como almacén). Se mantuvo intacta a pesar de que absolutamente todo a su alrededor fue arrasado. Aunque humilde y sencilla, bien merece una visita. Eso sí, os costará trabajo encontrarla, porque se encuentra bien escondida! (Para que os sea más fácil: está situada justo detrás del Teatro Nacional Judío). Si camináis por la zona de la plaza Grzybowski  y os perdéis un poco por los jardines, intuiréis un edificio amarillo y grandote entre los parques. Si tenéis suerte y os sucede como me ocurrió a mí, llegaréis hasta ella dejándoos llevar por los rezos que se escuchan y provienen de su interior.

Para mí visitar la sinagoga fue una de las experiencias que más me marcó en este viaje. Me acerqué a la puerta trasera, caminé hacia el interior y hallé a un joven sentado tras una ventanilla que se sorprendió al verme, pero que me animó a pasar hacia dentro de la sinagoga. Las oraciones cada vez se oían más altas, pero aún así, entré. Me encontré de repente en una sala de rezos rodeada de decenas de hombres judíos en plena oración, vestidos con sus ropas típicas, balanceando sus cabezas hacia delante y hacia atrás, pero que parecieron quedarse mudos nada más verme. Aunque continuaron con sus rezos, lo hicieron en silencio desde el instante mismo en el que pisé la sala.

Allí me quedé durante una media hora. En una esquina, observando y atendiendo a todo lo que veía. Eso sí, no se me ocurrió ni rozar mi cámara de fotos. La situación se merecía todo el respeto del mundo, y aunque hubiera dado para unas fotos impresionantes, tendré que conformarme con guardarlas en mi recuerdo para siempre!

El gueto de Varsovia fue creado por los nazis con la intención de aislar en él a la mayor parte de judíos posibles y dejarlos morir allí mismo lentamente, ya fuera de enfermedades o de hambre. El gueto incluía dos de los barrios más habitados hasta ese momento por los judíos. Ambos estaban comunicados por una escalera de madera que pasaba por encima de una de las calles más transitadas de la Varsovia exterior al gueto, y por donde pasaban polacos no judíos continuamente.  En total el gueto llegó a medir 18 kilómetros de largo y hoy conforma el barrio conocido como Muranow.

Pero continuamos con nuestro recorrido… Muy cerca de la famosa sinagoga, entre la plaza Grzybowski y la calle Marszalkowska, se halla una de las reliquias de la II Guerra Mundial: los edificios número 7, 9, 12 y 14. Ventanas rotas, balcones destrozados, cristales dispersos y edificios medio en ruinas. Se trata de otro de los rincones de la ciudad donde la guerra se encuentra aún presente. Parece que los años no hubieran pasado por esa calle de la capital.

El color negrizo de las fachadas recuerda los incendios que sufrieron estos edificios. Los andamios en los bajos de los bloques de viviendas hacen intuir que sus días están contados. Sin embargo hoy día continúan viviendo familias en algunas de estas viviendas. Y no sólo eso, sino que en sus locales comerciales siguen celebrándose, en fechas señaladas, determinados festejos judíos. Este se trata de otro punto indispensable en nuestro recorrido por la Varsovia judía.

Paseando por casi cualquier calle de la ciudad los memoriales que honran a los fallecidos en la guerra salen al encuentro del viajero. Otro ejemplo más está situado en la calle Zamenhoffa. Se trata de un enorme monumento, en el centro de una plaza, que expresa la tragedia del gueto de Varsovia. Está dedicada a aquellos que arriesgaron su vida en el levantamiento del gueto. En diciembre de 1970 el entonces canciller alemán, Willy Brandt, pidió perdón justo en este lugar por la atrocidades cometidas al pueblo judío a manos de los alemanes durante el Holocausto.

Curiosamente, la piedra que recoge esta escultura, fue mandada traer hasta Varsovia por Hitler para construir con ella un Arco del Triunfo.

A tan sólo unos minutos a pie de esta plaza se encuentra el Umschlagplatz Monument. Un impactante monumento que recrea lo que a mí me recuerda a un apeadero de tren y que estremece nada más oír su historia. En este lugar eran concentrados durante tiempo indefinido ciudadanos judíos antes de partir, hacinados en trenes de carga, hasta el campo de concentración de Treblinka. Se calcula que unos 300 mil corrieron esta suerte.

En sus paredes de mármol se pueden leer muchos de los nombres de las víctimas del Holocausto. Aún hoy se pueden encontrar ramos de flores y velas que homenajean a los fallecidos.

Aunque hace ya muchísimos años que el muro que marcaba los límites del gueto de Varsovia se destruyó prácticamente en su totalidad, aún hay rincones de la ciudad en los cuales quedan señales de lo que un día existió. Líneas en el suelo. Marcas en paredes que recuerdan la altura hasta la que se levantaba. Ladrillos que un día formaron parte del muro y que hoy sólo adornan parte de las calles…

Uno de los trozos del muro del gueto de Varsovia más conocido es el que se encuentra en la calle Sienna 55. No está a simple vista, sino que se encuentra en el patio interior de unos edificios de viviendas. Para poder llegar hasta el lugar donde se encuentra, o bien se tiene suerte y la puerta que da paso al patio interior se encuentra abierta (que fue lo que me ocurrió a mí); o se llama a alguno de los porteros electrónicos y se le pide al vecino de turno que te deje pasar.

Fue curioso, porque nada más adentrarme en aquel patio me encontré rodeada de niños jugando. Niños jugando junto a un lugar de gran importancia y símbolo de penurias sufridas por el pueblo judío de Varsovia. Bonito y triste a la vez.

El muro, que mediría alrededor de los dos metros y medio, se conserva tal cual se encontraba en su origen. Hoy día existen algunos huecos donde antes había ladrillos. En su lugar han colocado placas en las que se informa de los diferentes museos del mundo en los que se encuentran ahora esas piezas (Washington o Houston, por ejemplo).

Y en este punto finalizamos el recorrido que os propongo. Como veis no he nombrado ninguno de los puntos clave y turísticos de la ciudad. Tampoco otros que son también de gran importancia para la historia judía como el cementerio judío. Es cierto que hay mil cosas interesantes que ver en Varsovia además de lo que os he comentado, pero me parecía curioso proponeros este itinerario .

Y esto es todo! Os animo a que, si tenéis tiempo, nos os olvidéis de pasear por estos rincones. Ya me contaréis qué os ha parecido!