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El sudor me cae por todo el cuerpo a chorros. Siento la cara roja, a punto de explotarme, pero me sigo diciendo: “aguanta un poco más, Cristina, esto es bueno para tu salud. Estás depurando tu piel y liberando toda clase de toxinas…” Nunca se me ha dado bien soportar el calor, tengo que reconocerlo. Si entro en una sauna o baño turco no aguanto ni un minuto, no soporto los baños con agua muy caliente y, aunque vivo en una de las ciudades más calurosas de España, cuando llega el verano intento pasar el mayor número de horas posibles frente al aire acondicionado.

Y, sin embargo, aquí me veo. Dentro de una enorme cesta a modo de jaula, con un hervidor de agua repleto de hiervas medicinales expulsando vapor a no sé cuántos grados de temperatura (pero son muchos, de eso estoy segura) en el interior y con el solo respiro de un pequeño agujero por el que mi cabeza accede al exterior. “10 minutos es suficiente”, me han dicho. Y los 10 minutos se me están haciendo años.

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En la provincia de Trat conviven numerosas comunidades que luchan por desarrollar una manera de vender sus tierras y tradiciones basadas en el ecoturismo. Y lo llevan haciendo mucho tiempo, aunque el éxito, hasta ahora, haya sido más local que internacional. Es lo mismo que ocurría en Ban nam Chiao, otro de los centros que pude visitar durante mis días en esta región. En esta ocasión, los Chong Changtune centran su oferta en el bienestar y la salud y son relativamente novatos en esta historia: comenzaron a abrir sus puertas a nuevos aires hace tan solo tres años.

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Las señoras que me rodean –y que me liberan del cesto/jaula de gallinas- demuestran ser sabias conocedoras de todos los beneficios que los elementos naturales con los que conviven pueden suponer para el ser humano. Y yo estoy aquí, junto a un grupo de periodistas y blogueros internacionales, para dar buena cuenta de ello. Por eso cuando nos invitan a montarnos en un original sidecar al más puro estilo rural y nos llevan hasta un río cercano, no desconfío: sé que algo bueno está por llegar.

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Y llega. Un grupo de niñas no tarda en acercarse ofreciéndome una especie de pareo para que me cambie de ropa. Tengo que hacer malabarismos para deshacerme de mis pantalones, camiseta y ropa interior y colocarme el bikini bajo esa enorme sábana que debo de dejarme también puesta para no faltar al respeto a los allí presentes. La mayoría de los que nos acompañan, sobre todo las mujeres, se bañan en el río vestidas con cada una de sus prendas puestas. Los bikinis y bañadores ni se huelen por estos lares, así que, como bien dice el refrán, donde fueres…

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Con mi nuevo traje puesto, las niñas me conducen hasta la mitad del río, donde me sientan en un pequeño banco. Comienzan entonces a untar por todo mi cuerpo una especie de arcilla de color claro que portan en una vasija. Y el ungüento resulta que pronto da sus resultados. Cuando unos minutos más tarde me limpian la piel, vertiendo con sumo cuidado agua del río sobre cada parte de mi cuerpo, esta está mucho más suave y tersa. Una terapia de estas una vez a la semana no me vendría nada mal de vuelta a casa…

La modelo en este caso no soy yo, es Inés, de Mis Viajes por Ahí, ¡cubierta enterita de arcilla!

La modelo en este caso no soy yo, es Inés, de Mis Viajes por Ahí, ¡cubierta enterita de arcilla!

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Junto al lugar donde nos encontramos, en el mismo río, una de las señoras más mayores de la comunidad permanece agachada en el suelo junto a unas enormes hojas. Con cuidado y esmero las dobla por la mitad rodeando una parte más rígida, construyendo, de esta manera, lo que resultan ser presas que en época de sequía son útiles para acumular agua en el río y así almacenarla para sus quehaceres diarios. Desde luego a los Chong Changtune no les falta imaginación. Adaptan sus vidas a lo que la naturaleza les da y saben sacarle el máximo partido a cada detalle. En su filosofía de vida existe una máxima que llevan a cabo a rajatabla: todo aquello que la naturaleza les da, deben devolvérselo de alguna forma.

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Pero el disfrute no acaba ahí, qué va. Los Chong Changtune van a lograr a este paso que me empadrone en esta pequeña comunidad y me quede a vivir aquí el resto de mis días. ¡Qué manera de conseguir que una se relaje! De vuelta de la excursión al río, y después de un sabroso almuerzo basado en pollo, pescado y arroz cocinado en hoja de plátano -entre otras exquisiteces-, llega el momento de máximo placer: tumbada sobre una tarima de bambú que se levanta a metro y medio del suelo, recibo uno de los mejores masajes que me han dado en mi vida.

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En primer lugar, una de las señoras más mayores del grupo se dedica durante media hora a presionar mi espalda y brazos con un paño caliente relleno de hojas medicinales. Mis músculos se relajan y toda yo se sume en una especie de ensoñación/trance en el que me cuesta trabajo incluso asentir cuando me preguntan si estoy bien. Acto seguido, y sin poder salir de mi emoción interna, son otras manos las que se posan sobre mi cuerpo: en esta ocasión una de las mujeres pasa a darme un masaje relajante que me deja sin palabras durante lo que me parece, al menos, una hora más. No quepo en mí de felicidad. Mi cabeza comienza a viajar muy lejos de allí, repaso mentalmente las imágenes vividas en Tailandia durante los días que llevo de viaje y no recuerdo ningún otro momento en el que me haya encontrado tan… BIEN. Creo que podría pasar por esta misma experiencia cada día de mi vida…

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El día finaliza con una charla con las mujeres de la comunidad a base de gestos, palabras sueltas en inglés y muchas sonrisas. Esa es la clave: cuando no entiendes nada porque los idiomas impiden la comunicación, solo hay que proponérselo para que las conversaciones acaben surgiendo, ya sea de una u otra manera. Una peculiar musiquita comienza a sonar cada vez más cerca de donde nos encontramos. Es entonces cuando los más pequeños de los Chong Changtune corren a la puerta de entrada a la comunidad para hacer algo que recuerdo sucedía en mi más lejana infancia: ir al encuentro del camión de los helados. Y así, con una fotografía de grupo y un helado en la mano, le ponemos el broche final a mi segunda experiencia ecoturista en Tailandia.

¿Qué mejor despedia podía tener?

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Si queréis más información sobre esta comunidad, os animo a que visitéis el blog de Inés Fernández, “Mis Viajes por ahí”. ¡Podréis ver un video súper divertido e interesante sobre nuestra experiencia con la comunidad Chong Changtune!